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La nueva trayectoria del dólar estadounidense: ¿el final de un ciclo?

MoraBanc 2025-07-03

Tras catorce años de fortaleza casi ininterrumpida, todo parece indicar que el dólar estadounidense ha entrado en una nueva etapa. Los cimientos que hasta ahora han sustentado su papel dominante en el sistema financiero global se están agrietando y varios expertos coinciden en que la tendencia al alza que lo caracterizó desde la crisis financiera global ha llegado a su fin.

A principios de 2025, el dólar tocó máximos (en términos de tipos de cambio efectivo real) desde 1985. Esta apreciación vino apoyada por una serie de factores estructurales y coyunturales que habían situado el dólar como un activo deseado globalmente:

  • Ciclo de crecimiento robusto en EE. UU. y más dinámico que el de la eurozona o Japón.

    Una de las claves del liderazgo económico de Estados Unidos en el período posterior a la crisis financiera global fue su independencia energética, protagonizada por el aumento del fracking. Este cambio estructural redujo la vulnerabilidad del país ante las crisis de suministro globales, como se evidenció durante la guerra de Ucrania, cuando Europa sufrió fuertes tensiones energéticas mientras EE. UU. mantenía la estabilidad.

  • Ventaja en rentabilidades reales (TIR), con una Reserva Federal (Fed) que ha mantenido los tipos elevados.

    La política monetaria de la Reserva Federal (Fed) ha sido otro pilar clave para la fortaleza del dólar. En un contexto en el que muchas economías avanzadas se veían obligadas a recurrir a tipos de interés negativos (como es el caso de la eurozona o Japón), la Fed pudo mantener unos tipos superiores al resto de países gracias a la solidez de la actividad económica interna.

    Esta diferencia de rentabilidades reales entre los bonos estadounidenses y los de otros países del G7 provocó un afloramiento del capital internacional hacia los activos denominados en dólares, lo que aumentó aún más su demanda.

  • Dominio de la tecnología, con empresas innovadoras como las del sector IA.

    Estados Unidos también ha desempeñado un papel central como cuna de la innovación tecnológica. El liderazgo en ámbitos como la inteligencia artificial, la nube o los servicios digitales permitieron que empresas como Apple, Microsoft o Nvidia —todas ellas denominadas en dólares— se convirtieran en referentes globales. Esto generó grandes flujos de capital extranjero hacia los mercados financieros estadounidenses, reforzando la demanda de activos en dólares y, por tanto, de la propia divisa.

    Confianza institucional
    gracias a una estructura política y monetaria estable.

    La importancia de la demanda estadounidense para el comercio global supuso que gobiernos de todo el mundo, especialmente los de los países emergentes, necesitaran acumular dólares para facilitar los flujos comerciales en caso de crisis o períodos de volatilidad. De esta forma, el dólar se convirtió en la divisa de reserva del planeta.

Todo ello generó un círculo virtuoso: crecimiento, inversión en activos en dólares, demanda de la divisa y, por tanto, mayor apreciación del dólar.

Evolución del tipo de cambio euro/dólar

Fuente: Banco Central Europeo

El inicio del cambio

Después de años de dominio, el dólar comienza a mostrar signos de debilitamiento estructural. Una primera señal es la pérdida de momentum relativo: el diferencial de crecimiento entre Estados Unidos y otras potencias como China o Alemania se ha reducido, ya que estos países están estimulando la demanda interna y redirigiendo parte de su capital hacia los mercados locales, disminuyendo la dependencia de EE. UU.

Paralelamente, la nueva orientación comercial norteamericana, marcada por el uso de aranceles para reducir importaciones y potenciar la manufactura, puede tener efectos contraproducentes. A corto plazo, la caída de las importaciones puede limitar el consumo y frenar el crecimiento, afectando así a la confianza en los activos en dólares.

Por otra parte, emergen riesgos institucionales y fiscales: el aumento acelerado de la deuda pública, las presiones sobre la Reserva Federal y el uso potencial de la deuda como instrumento geopolítico pueden erosionar la credibilidad del sistema. Todo ello pone en cuestión la percepción del dólar como refugio seguro, y apunta a un cambio de ciclo, en el que la debilidad de la moneda podría dejar de ser puntual para convertirse en estructural.

Por último, está cambiando la diversificación geográfica de los inversores, hasta ahora muy concentrada en EE. UU. Los flujos de capital se desvían hacia otras regiones y debilita la demanda estructural de dólares. Esta deslocalización financiera contribuye de forma creciente a la tendencia de depreciación sostenida de la divisa estadounidense.

En conclusión

En este escenario de cambio de trayectoria del dólar, los inversores tendrán que valorar atentamente sus posiciones en divisa, sobre todo teniendo en cuenta la exposición importante al dólar de los índices de renta variable globales que ha ido incrementando durante los últimos años. En este contexto, la reducción de la exposición en dólares mediante la incorporación de coberturas de tipos de cambio permitiría mitigar parte del riesgo.