Entrevista a Ramon Aranda, un andorrano por el desierto

Entrevista a Ramon Aranda, un andorrano por el desierto

Considerada por algunos como «el Dakar del ciclismo», la Titan Desert es una carrera de bicicleta de montaña que reúne cada año a ciclistas de todo el mundo para competir durante seis días, recorriendo unos 100 kilómetros diarios, por duras rutas a través del Sahara marroquí.

Sólo dos personas, Ramon Aranda y Ramon Espelt, conocidos por la organización de la carrera como «Los Ramones», han estado presentes en cada una de las 12 Titan Desert que se han celebrado y entre ambos suman más de 10.000 kms recorridos en esta competición.

Ramon Aranda (Andorra, 1960) trabajó en MoraBanc durante más de 35 años y, hasta 2016, nuestro nombre recorría con él el desierto, en su dorsal. Hoy este mito de la Titan Desert comparte con nosotros sus experiencias y aprendizajes de estos 12 años de carreras.

 

Acabas de finalizar tu 12ª Titan Desert. ¿Cómo te sientes por el hecho de ser una de las dos personas que han participado y finalizado todas las ediciones?

La gente idealiza este hecho como algo fuera de lo normal, pero no es así. Simplemente me siento muy afortunado de haberlo conseguido, y espero seguir con la misma fortuna durante muchos años más (sonríe).

¿Cómo fue que decidiste hacer la carrera la primera vez?

Buscando hacer una ruta durante unos días, descubrí por internet la Titan Desert. Curiosamente, unos meses antes habíamos estado por la zona donde se hacía aquella primera edición, y quedamos encantados. Era una oportunidad única, rodar por los mismos lugares donde habíamos pasado en 4×4, con una logística que avalaba la seguridad y sin dejar a un lado el espíritu de aventura. ¡No me lo podía perder! Así que la decisión fue rápida.

¿Cuál ha sido tu mejor experiencia en la Titan?

Generalizando, la gente que va a la Titan Desert está hecha de una pasta especial. Conocer a esta gente es la mejor experiencia que me llevo cada año. Convivir, compartir los campamentos, las jaimas, los lavabos, las duchas y juntos kilómetros y kilómetros por el desierto, es una experiencia única, e irrepetible cada año. Después, cuando se acaba el camino, la cosa sigue. La relación y la amistad que nos ha unido en el desierto, sigue hasta la próxima edición.

¿Cuál es la mayor adversidad a que has tenido que hacer frente en estos 12 años de carreras? ¿Cómo la superaste?

Cada año nos ha pasado una cosa u otra (caídas, averías, gastros, salirnos de la ruta y perdernos por el desierto, etc.). Pero la experiencia más adversa ha sido esta pasada edición, al inicio de la quinta etapa empecé a perder aire de la rueda. Era sobre el kilómetro 16 o 17 de los 145 que nos esperaban. Ese fue el primer pinchazo de no sé cuántos que tuve ese día: la cámara que puse no duró más de unos 15 o 20 kilómetros. Iba hinchando para intentar llegar al avituallamiento 2 (kilómetro 70), donde había una mesa de reparación. Llegar fue un infierno, parando cada 2 por 3 para poner aire. Las piernas y la cabeza no me funcionaban. Finalmente llego al avituallamiento, desmonto la rueda y el neumático estaba lleno de pinchos. Una vez saqué todas las espinas, puse una cámara nueva y… ¡¡ pffffffff !! Con la misma velocidad que la hinché, la rueda se deshinchó y yo también. Ya no podía más, llegar allí me costó mucho, estaba cansado, no llevaba más cámaras y mucho menos una cubierta nueva. No podía recibir asistencia, así que me tumbé bajo una sombra, me zampé un bocadillo que me había preparado por la mañana y estuve allí un buen rato. El cansancio era tanto, que me quedé dormido y roncando en aquella sombra. Entretanto, los corredores iban pasando y el final de la carrera se estaba acercando.

Pasaron unas dos horas y llegó un grupo que se había perdido. Entre ellos estaba el ironman y aventurero, Valentí Sanjuan. Esto me tocó la fibra: ¿Qué hacía yo allí tumbado? ¿Por qué había tirado la toalla tan pronto? ¿Cómo me podía permitir no luchar hasta el final? Pero, ¿qué podía hacer? Mientras me pasó todo esto por la cabeza, el grupo se marchó y llegó otro corredor muy maltrecho y que también estaba a punto de abandonar. Le pregunté si tenía cámaras de repuesto y me dejó una. Él estaba muy molido, y yo con problemas mecánicos. Así que salimos juntos y empezamos a tirar. Desgraciadamente la cámara tampoco aguantó mucho: cada 10 o 15 km tenía que volver a poner aire. El viento en contra tampoco nos ayudaba. Pero yo cada vez tenía la moral más alta. Quedaban 30 km, el compañero más abatido y mi rueda ya no aguantaba ni 1 km. Necesitaba una cámara nueva sí o sí. Mi compañero ya no tenía otra y tampoco teníamos constancia de más corredores detrás de nosotros. El tiempo se agotaba. Pues toca volver a desmontar la rueda, buscar los agujeros y poner unos parches.

Afortunadamente las condiciones cambiaron: el viento nos favoreció y ahora además, era cuesta abajo. La moral y las fuerzas cada vez más altas. Aún así, la rueda volvió a dar la lata, pero con aquellas condiciones sólo tuve que poner aire 8 o 10 veces más. Al final entramos en meta en 11:20 horas; nos sobraron unos 40 minutos. ¡Lo había logrado! Ya sólo quedaba la última y corta etapa para volver a ser finisher. El hecho de superarlas y de terminar, fortalece el cuerpo y sobre todo la cabeza. Vuelvo cada año cargado de nueva energía.

¿Cómo te preparas para una carrera así? ¿Qué haces antes, durante y después?

Son muchos kilómetros por el desierto, donde se pasan muchas horas en altas temperaturas. La preparación física es fundamental, pero la psíquica es vital. En mi caso, ya me empiezo a preparar justo después de terminar la última edición. Es importante seguir haciendo salidas largas, de muchas horas encima de la bici. Durante el invierno, con el frío y la nieve, voy alternando el esquí de montaña con la bici. Y ya dos o tres meses antes de la carrera, hago salidas seguidas cada vez más largas y duras con la BTT.

Son carreras muy caras: se debe financiar el viaje, el equipo … Este año la organización te ha invitado, pero ¿cómo lo hiciste en los inicios?

Al principio era muy asequible. No podían iniciar una carrera desconocida, en unas condiciones totalmente adversas, a los mismos precios que están cobrando actualmente. En mi caso, cuando el banco se enteró de que me había inscrito, se apresuró en comunicarme que me daban patrocinio y apoyo. Desde entonces, no me han fallado. En el año 2016 fui invitado por la organización, y este año he formado parte del equipo Quality Team.

Igualmente, la organización fracciona los pagos para que no sea tan difícil, e incluso facilita financiaciones a medida para que cualquier persona con ganas de hacer la Titan Desert pueda participar. Aprovecho para recomendar al menos una participación: hacer realidad el sueño de hacerla, y terminarla, recompensa sobradamente el esfuerzo de la inversión.

¿Hay alguien que te haya iniciado en este mundo, o que haya sido tu guía o mentor?

De hecho no. Yo hacía bicicleta de montaña como simple aficionado. Los fines de semana y vacaciones, íbamos con los amigos a desayunar por los pueblos de alrededor y volver. Nada serio. Salidas de 30, 40 o 50 km como mucho. Una vez al año hacíamos el tren de Olot, unos 60 km. Ahora la Titan Desert son cerca de 700 km en sólo 6 días. Sin embargo es cierto que cada vez voy aprendiendo de unos y de otros.

¿Estás ya con las miras puestas en la Titan 2018?

¿Cómo lo sabes? (Ríe) ¡Cierto!

¿Cuál es tu máximo objetivo a nivel deportivo? ¿Qué aspiras a conseguir?

Ya tengo una edad. No aspiro a nada más que poder continuar haciendo la Titan Desert con salud y terminarlas todas. El año pasado, con el equipo corporativo de MoraBanc, con mis compañeros y amigos, Toni Ramírez y Manel Salud, conseguimos una meritoria segunda posición. Fue una edición muy especial, en la que el podio estuvo reñido hasta la última etapa. Nos lo pasamos muy bien.

Finalmente, ¿tienes algún consejo para la gente que empieza a este mundo de las carreras de montaña?

Sí: que no se preocupen en resultados ni objetivos. Que simplemente vayan a pasarlo bien. Eso sí, que se preparen a pasar muchas horas encima de la bici en condiciones adversas. Que recuerden que la primera etapa es muy dura. Cuando pasas la segunda, ya estás fundido. La tercera llegas a la mitad. Cuando has terminado la cuarta, ya sólo quedan dos días. Y si acabas la quinta, la sexta viene sola.

Si una persona como yo ha podido hacer 12 Titan Desert, cualquier persona puede hacerlo.

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