Bienvenida, welcome, bienvenue, willkommen, volatilidad.
Experts | 30.04.2018
El pasado fin de semana, por primera vez desde que comenzó la primavera, podíamos disfrutar de cálidos rayos de sol. Lo más comentado en cada rincón del país era: «¡Por fin! ¡Qué largo se ha hecho el invierno!».
Les seré franco: lo mismo me ha sucedido a mí con la volatilidad (medida comúnmente aceptada para medir el riesgo de mercado). Después de años en los que, sobre todo las bolsas norteamericanas, nos han dado ejemplo de calma relativa y retornos estables, el primer trimestre del año se ha caracterizado por el incremento del riesgo implícito en diversos activos, principalmente en el mercado de renta variable. Y es de agradecer. Muchos de ustedes se sorprenderán, pero vivíamos un entorno de euforia que podía traducirse en serios problemas futuros, incluso en las economías domésticas. Los arquitectos de carteras se nutren principalmente de expectativas de rentabilidad y riesgo para dar forma a las propuestas que llegan a los clientes. En la medida que el riesgo estaba históricamente bajo, solo aquellas casas conscientes de que dichos niveles no eran normales pudieron mantener a sus clientes correctamente perfilados en la primera parte del año. Este aviso a navegantes debe servir para que la industria recalibre los inputs a futuro y preserve de mejor manera el capital de todos los inversores.
¿Por qué la volatilidad estaba tan baja?
Existen motivos estructurales, como la nueva regulación adoptada desde la crisis financiera más reciente, y otros, como la creciente cota de mercado que las nuevas tecnologías están copando dentro del mundo inversor. Pero también pesan motivos cíclicos, como la compra masiva de activos por parte de la mayoría de los bancos centrales del mundo. Nuevamente se me verá el plumero como firme defensor de la gestión activa, pero las grandes desilusiones sufridas por las innovaciones que mantenían abajo la volatilidad deberían hacernos recapacitar. No debemos volver a «segar a mano», pero tampoco dejarnos llevar por el «todo vale». Se ha de ser muy selectivo, mantener una perspectiva de largo plazo, con carteras bien diversificadas, evitar modas y no tomar decisiones drásticas en momentos bruscos.
¿Y ahora, qué?
Lo que al principio se inició por causas variopintas (stranger things, decíamos en el anterior editorial) ha seguido espoleado por más sanciones y tensiones comerciales, junto con la tensión bélica en Siria. Consecuencia: todo el mundo se encuentra buscando el mejor algoritmo que defina exactamente cuándo será la próxima recesión («A un año no pasa nada, pero ojo a dos años», comentaba una casa de análisis). Los indicadores de sentimiento inversor han alcanzado niveles de pesimismo que no veíamos desde febrero de 2016.
No vemos que sea el inicio de un mercado bajista, sino simplemente una corrección que no debiera pasar a mayores. Como en una buena receta, niveles de crecimiento estables y con indicadores adelantados en retroceso pero en máximos, aderezados con unos beneficios empresariales en los que no vemos cambios tendenciales, deberían augurar ganancias futuras. Las condiciones crediticias continúan amplias y la deuda corporativa ha mostrado un claro ejemplo de solidez, y esto es lo principal a vigilar ahora.
Lamentablemente, se han abierto guerras de todo tipo en las que creemos que todos están abocados a entenderse. Demasiado a perder.
En muchas reuniones con inversores lo que calibramos es el margen de error, dado que las valoraciones de renta variable y tipos están lejos de las medias históricas. Lo que es cierto es que ante nosotros se abre toda una ventana de oportunidades de la que no disfrutábamos desde hacía cinco meses.
Este artículo forma parte de Mercados y Estrategias, la publicación mensual en la que nuestros expertos de MoraBanc Asset Management analizan y dan su visión sobre los temas de actualidad económica internacional.
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